Después de su look durante la ceremonia de los Oscar, las miradas y expectativas recaían sobre Dakota Johnson. Sobre ella y sobre su estilista, Kate Young, que en Instagram dejaba hace unas horas un pequeño alegato que no hacía sino subir todavía más la apuesta. Todo apuntaba a que ambas volverían a realizar un canto de amor al Gucci de Alessandro Michele, ya sea por cuestiones laborales, ya sea por una verdadera pasión por la filosofía deliberadamente romántica y old school del italiano. Pero, ¿no sería eso saltarse el dress code de la Gala Met 2017? Puede, porque si hay dos escuelas estéticas alejadas, son las de Rei Kawakubo y Michele. Y, sin embargo, no solamente han existido puntos de encuentro, sino que se ha producido la simbiosis más perfecta que se podría haber imaginado.
Los volantes rizados, el coqueteo con las flores, la falda ajustada y larga hasta fundirse con el suelo, la cintura marcada… Sin dejar de ser un vestido de alfombra roja de manual, de esos con los que una se asegura los elogios, todo respira ese halo que requiere un compromiso estilístico total, algo que, en realidad, también sucede con Kawakubo: no todos pueden lucir una creación de Michele (y no en el sentido más evidente), como tampoco todos están hechos para llevar piezas de Commes des Garçons. Y Dakota es una de esas personas que por un motivo u otro lo ha conseguido.
Pero la verdadera magia del que ha resultado ser uno de los vestidos más perfectos reside, en realidad, en el color. Sí, tal cual. ¿Quién hubiese imaginado que podría existir un Gucci negro? Pues se ha hecho realidad.
Artículo Original Vogue Latinoamérica