Todos conocemos la historia, ¿no es así? Una niña llamada Alicia empezaba a encontrarse muy cansada de estar sentada junto a su hermana en una orilla del río Támesis cuando, de repente, saltó corriendo cerca de ella un conejo blanco de ojos rosados. Llevada por la curiosidad, lo persiguió y acabó metiéndose en un agujero en la tierra que la trasladó a un onírico mundo en el que vivió un sinfín de surrealistas aventuras.
Dodos, pócimas, orugas parlantes, la loca hora del té y hasta un gato cuya risa se confunde con la mismísima Luna. El País de las Maravillas nos transporta a un lugar donde la fantasía no conoce límites, ni pretende hacerlo. Un mundo sin igual al que la gran mayoría querría poder ir en alguna ocasión. Por suerte, para entrar al excéntrico País de las Maravillas es posible que no te haga falta colarte por ninguna madriguera en la tierra. Porque la entrada real al mundo que Lewis Carroll creó para Alicia se encuentra en Oxford.
La historia de Alicia en el País de las Maravillas está íntimamente ligada a esta académica ciudad. Pues Charles Lutwidge Dodgson, la persona que escribía bajo el pseudónimo de Lewis Carroll, era profesor de matemáticas en el college de Christ Church en el momento en que escribió la novela y muchos de sus personajes están inspirados en personas reales que formaban parte de la vida del escritor.
Dodgson o, mejor dicho, Carroll, era alguien peculiar, una persona que contaba con una ilimitada imaginación. Además de profesor era un gran aficionado a la fotografía y pastor anglicano. Por eso, el periplo de Alicia nos resulta tan quimérico como lógico.
Decir que al País de las Maravillas se accede desde Oxford no es, para nada, una exageración. Pues todo comenzó allí mismo. Mientras Carroll ejercía la docencia en el colegio universitario de Christ Church conoció a la pequeña Alice Liddell, de casi 4 años, y a sus hermanas, Lorina y Edith, hijas del decano del college. Su primer encuentro con Alice tuvo lugar el 6 de marzo de 1856. Un día que, según él mismo indica en su diario, quedó señalado con una piedra blanca. Las visitas guiadas que organizan en Christ Church desvelan quién era el conejo blanco y por qué llegaba tarde, dónde se encontraba su famosa madriguera y hasta en qué árbol del jardín se encaramaba el gato de Cheshire.
Probablemente, Christ Church, sea más conocido por e el comedor de Hogwarts y, de hecho, Lewis Carroll creó, allí mismo, al Harry Potter de su tiempo: Alicia. Pero ¿cómo hizo un adusto profesor de matemáticas para crear este libro onírico que se convirtió en una revolucionaria obra maestra de la literatura universal?
Para entretener a las niñas Liddell, el escritor solía narrarles cuentos de su propia creación, algo que encantaba a sus jóvenes amigas. Pero fue en la dorada tarde del 4 de julio de 1862 cuando comenzó una de las excursiones en barco más famosas e importantes de la historia literaria. Aquel día de verano, el reverendo y su amigo Robinson Duckworth llevaron a Alice, Edith y Lorina Liddell en un viaje en barco por el río Támesis hasta Godstow. No era la primera vez que el profesor las entretenía con sus narraciones y, aquel día, Alice fue la que le instó a que, mientras él remaba, contase alguna. Y así fue como comenzó a tejer las enmarañadas y disparatadas aventuras de otra niña llamada Alicia siguiendo al conejo blanco hasta su madriguera.